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El shodō, literalmente el “camino de la escritura” es el nombre que recibe el arte de la caligrafía japonesa tradicional.
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Para lograr una buena caligrafía, hay cuatro cosas a tener en cuenta de manera especial: el color y textura de la tinta, el movimiento del pincel, la combinación de los trazos y la calidad del soporte. En función de todas ellas, el resultado será bueno o malo.
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Respecto a las herramientas, para hacer caligrafía japonesa se necesitan los llamados cuatro tesoros: tinta, piedra, pincel y papel. La tinta es una barra o bloque negro de hollín que se frota con agua sobre la piedra para hacer la tinta, así que cada maestro tiene el control sobre la intensidad y la densidad de la misma. El pincel tiene que ser adecuado a la tinta hecha, de manera que tenga la flexibilidad y la permeabilidad perfectas para la ocasión. Por su parte, el papel tiene que tener el color y la porosidad óptimos para la letra, palabra o frase que se quiera escribir. Finalmente, hay una quinta herramienta que no llega a la categoría de tesoro, que es el sello o hanko (判子) con el que el artista firma su obra con tinta roja.
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En la actualidad, el shodō se practica como actividad artística, entrenamiento espiritual o método de relajación.
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